Cuando se plantea la realización
de una práctica de fertilización poscosecha, muchos son los factores a
considerar, entre los más importantes: a) los rindes obtenidos, b) factores
climáticos condicionantes, c) disponibilidad de agua y d) tiempo antes de caída
de hojas.
Sin agua, no se puede realizar la
fertilización poscosecha; pero tampoco se puede plantear un in eternum en
cuanto a oportunidad de riego: el riego debe tener una fecha en la que se
termina y con esta se comienza el cierre del ciclo vegetativo y se prepara a la
planta para entrar en dormición.
Junto al proceso de finalización
de riego, se hace la última fertilización vía suelo. Toda fertilización implica
la nutrición de la planta, lo que está asociado a la absorción de agua +
nutrientes por parte de las raíces; esto es, el fertilizante debe estar
solubilizado por lo que la fertilización debe realizarse de modo tal que se
aproveche el agua de riego para formar esta solución, la que debe llegar a las
raíces para ser absorbidas y cumplir con su objetivo: nutrir.
Una vez que el nutriente ingresó
a la planta, puede seguir muchos caminos metabólicos. Lo más importante a tener
en cuenta durante la poscosecha es que la vid estará preparándose para el
invierno, estará preparándose para perder sus hojas, por ende, estará
reservando todo lo que le sirva para brotar en la siguiente primavera.
Justamente, luego de la cosecha de las uvas es cuando se produce un segundo
pico en la tasa de crecimiento de las raíces para una mayor captación de
nutrientes.
Una consulta frecuente está en el
tipo de fertilizante y en las cantidades. Los tipos de fertilizantes están
asociados al momento del año en el que el productor desea fortalecer un proceso
fisiológico determinado: garantizar la correcta brotación, acelerar la
brotación, garantizar el cuaje, garantizar el color, mejorar el vigor, evitar
el palo negro, evitar las clorosis, entre otros.
En ningún caso se trata de
cuestiones bíblicas o de fe, siempre se trata de cálculos matemáticos,
extracciones a la tierra, interacciones con la atmósfera, crecimiento efectivo,
daños o lesiones efectivas, sanidad de las plantas y según lo expresado; kilos
por planta en: madera, brotes, hojas, raíces y frutos. Todo esto es conocido
como capacidad productiva. Es posible mediante cálculo y mediciones determinar
la capacidad de un parral o viñedo; sin embargo cada caso estará condicionado
por situaciones que lo hacen único. Las generalizaciones pueden generar
errores.
El nitrógeno, es el elemento que
se consume en mayor cantidad por la planta, ya que toda su estructura lo
necesita. Junto al fósforo y potasio, se lo considera macronutriente ya que son
consumidos a razón de kilos por hectárea. El fósforo, se lo emplea en los procesos
de transporte energético y se lo asocia al crecimiento de las raíces.
Interviene en la transformación de adenosín trifosfato (ATP) en adenosín
difosfato (ADP) y viceversa, lo que libera energía que es consumida por todas
la células de las plantas, en donde sea requerido. Por este motivo es consumido
en grandes cantidades. Por último, entre los destacados, está el potasio, que
interviene en los procesos de maduración, transporte de azúcares, se lo conoce
como anti estrés, ya que protege a la planta ante situaciones de sequía o
temperaturas extremas.
Luego están los micronutrientes
(algunos de ellos clasificados como meso nutrientes), consumidos a razón de
gramos o miligramos por hectárea. Entre ellos, los más empleados son el calcio,
magnesio, hierro, boro y zinc. Su uso está directamente relacionado a un
proceso fisiológico o etapa fenológica, por ende, deberán ser usados en el
momento que corresponda. En poscosecha, sólo se aplicará lo que la planta
guarde para su próxima brotación, lo que implica que podrán ser necesario
micronutrientes, según cada caso. Por ejemplo, si se observaron síntomas de
carencia de magnesio y/o hierro, serán conveniente aplicaciones poscosecha. No
tendrá sentido aplicar calcio, boro o zinc.
Volviendo a la pregunta inicial:
¿fósforo o nitrógeno?, esto dependerá de cada parral, de cada sector, de cada
planta. No es una pregunta de fácil respuesta.
Se poseen herramientas y
conocimientos para ajustar las prácticas agronómicas, cometer la menor cantidad
de errores y optimizar los costos de producción. Se debe recordar que la
fertilización es una práctica cara y no debe realizarse en exceso, porque
además de incrementar los costos, podrá generar perjuicios ambientales y sobre
el mismo cultivo.
La cantidad y tipo de
fertilizante a emplear dependerá, en primera instancia de:
¿Qué producción tuvo en el último ciclo?
¿Qué variedad es?
¿Cuál fue su destino?
¿Cuál es el marco de plantación?
¿De qué fertilizante estamos hablando?
Sería lo mejor contar, para un
mejor resultado, con un análisis de suelo. Todo esto responde a: mayor o menor
extracción de nutrientes, mayor o menor exigencia en cuanto a tipo de nutriente,
expresión vegetativa, distribución por hectárea, cantidad por planta y variaciones
en la composición del fertilizante.
También hay otro grupo de
preguntas que condicionan la fertilización:
¿Conocemos el contenido de
nutrientes en el suelo? (análisis)
¿Sabemos si el riego es el
correcto? (no puede haber buena fertilización con mal riego)
¿Conocemos el estado general del
viñedo? (la expresión de las plantas comunica)
¿Sabemos si hay malezas? (siempre
van a competir por agua y nutrientes)
¿Sabemos cómo es la distribución
de raíces en profundidad? (calicata)
Cuando todas estas preguntas
están respondidas se podrá generar un plan de fertilización que sea acorde a
una estrategia de manejo que garantice un optimo costo, máxima producción,
máxima sanidad (exceso de fertilizante debilita a la planta y facilita el
ataque de hongos), entre otros.
Usted, con su plan de
fertilización podrá definir:
Cantidad de nitrógeno que la
planta, de modo efectivo, extrajo y por ende sabrá la cantidad de nitrógeno a
reponer. Esta cantidad variará según el fertilizante que el productor elija y
su composición. De este modo, si usted debe reponer 100 kg de nitrógeno por
temporada (cálculo) y elije urea, como fertilizante, deberá incorporar 217 kg.
A su vez, si elige aplicar el fertilizante en 2 momentos del año, aplicará
108,5 kg por vez, si elige en 3 momentos serán 72,3 kg por vez y si elige en 4
momentos serán 54,25 kg por vez. Si el productor elige un fertilizante 12-17-00
deberá incorporar 833 kg de fertilizante por temporada, lo que resulta lógico
si se observa que la urea posee un concentración de un 46 % de nitrógeno. Con
este ejemplo numérico se quiere demostrar que las cantidades en fertilizante
varían enormemente (217-833 kg), según
el tipo de fertilizante para la misma cantidad de nitrógeno extraída por
cosecha y crecimiento.
Del mismo modo, nunca podrá ser
lo mismo aplicar 50 – 90 – 100 o 400 gramos por planta, ya que esto, además de
estar condicionado por la extracción y tipo de fertilizante, variará según el
marco de plantación. Dado que el cálculo se realiza por hectárea de cultivo, cuando las plantas estén más próximas entre
sí, menor será la cantidad a aplicar por planta.
Según el ejemplo, si el productor
debe aplicar 100 kg de nitrógeno que representan 217 kg de urea, y la
aplicación se realiza en brote de 15 cm, grano de arveja y poscosecha (3
momentos), deberá aplicar 72,3 kg por momento. En un parral de 2 m x 2 m (2.500
plantas por hectárea) usará 28,92 gramos por planta; pero para otro cuadro de
la misma variedad y con la misma producción (supuesto) con un distanciamiento
de 2,4 m x 2,4 m (1.736 plantas por hectárea), serán necesarios 41,64 gramos
por planta, bajo la misma necesidad de nitrógeno.
Ahora se puede hacer otro
razonamiento. ¿Qué pasa cuando decidimos usar una latita de picadillo como
medida?. Si se va a fertilizar con urea, la latita contendrá entre 80 y 90
gramos del fertilizante. Se supondrá que se fertilizará el cuadro de 2.500
plantas por hectárea, en ese caso se consumirá (bajo un promedio de 85 gramos
por latita con urea, por planta) 212,5 kg de urea, esto es 140,2 kg de más o
casi tres bolsas que, tal vez, no eran necesarias. Si la bolsa cuesta $ 1.500, se
estará derrochando $ 4.500 por hectárea, pero si se deben fertilizar 10
hectáreas, el productor está errando a razón de $ 45.000.
En agricultura, toda pequeña
pérdida (gramos por planta) se traduce en enormes gastos innecesarios.
Para tener en cuenta:
No piense en fertilizar, de modo
correcto, si tiene problemas de distribución de agua de riego. Un mal riego
implica una pérdida del fertilizante.
El control de malezas está
relacionado con la eficiencia del uso de nutrientes: la maleza siempre
competirá por agua y nutrientes con la vid.
El productor deberá definir la
cantidad a agregar, en función de la producción que tiene en la actualidad y no
en la que espera tener en el futuro.
La cantidad a agregar varía con
la producción: a mayor cosecha mayor extracción, a menor cosecha, menor
extracción.
La cantidad a agregar será
diferente según el tipo de fertilizante: hay que fijarse, más que en el valor,
en la composición o porcentaje (NPK)
La cantidad a agregar será
diferente a diferentes marcos de plantación.
La cantidad a agregar, podrá
ajustarse con mayor precisión si se dispone de un análisis de suelo.
Hay muchas otras consideraciones
a tener presente, por ejemplo, en qué proceso fisiológico o etapa fenológica
(época del año), interviene cada nutriente. A continuación el lector podrá
observar en que procesos intervienen los macro y micronutrientes más utilizados
y podrá generar un criterio general sobre usos adecuados e incorrectos.
Recuerde que en agricultura
existen grises, como los existen en todos los organismos con vida.